Todo esto se consigue en parte mediante la práctica del aclareo controlado, que consiste en una disminución de la densidad de árboles por hectárea, hasta adecuar y optimizar la masa forestal para su naturalización. Esta práctica ayuda a mejorar la cobertura, la función ecológica y la perpetuación de los bosques. Además, de este modo, se crean áreas planificadas con menor carga de combustible vegetal en las que, en caso de producirse un incendio, se puede frenar y controlar mejor el avance del fuego y, con ello, facilitar su extinción.